miércoles, 22 de abril de 2009

De vecinos incomodos y fobias

-La fobia es un trastorno de salud emocional que se caracteriza por un miedo intenso y desproporcionado ante objetos o situaciones concretas-
Esta es la extraña y enfermiza historia del vecino incomodo, del ente no deseado y que cual etéreo fantasma salió de la nada.
En toda familia existe un miembro o varios de ellos que tienen alguna extraña aberración sobre algo, alguien o algunas cosas, que raya en lo patológico, en lo enfermizo. En mi caso (y en mi casa) por ejemplo, por algunos de los que ahí asisten, el miedo a las cucarachas es muy marcado, el simple avistamiento de algún espécimen del género periplaneta, provoca una estampida similar a las que se ven en las películas del viejo oeste, todo gritos, velocidad y desorden. Y ese sentimiento es contagioso, al grado de que los demás presentes igual salen disparados sin saber el motivo o sin temerles a las pequeñas blátidas. Otros seres que igual conozco aunque no asistan en mi sacrosanto hogar, le temen al jabón y al agua, o al menos así me lo parece, porque cuando se acercan a una distancia no menor a 15 metros, apestan a rayos y centellas. En mi muy particular caso, el terror-horror-pavor, es causado por esas cositas peluditas de orejas grandes, parientes de Mickey mouse, primos de Mimoso y enemigos acérrimos de silvestre el gato, por supuesto que ya comprendieron que me refiero a los ratones (Orden: Rodentia, Familia: Muridae, Genero: Mus, Especie: Mus musculus) solo de ver alguno, se me pone la carne de gallina, el color se me va de mi chapeteado rostro y salgo huyendo a todo tren con rumbo al punto más lejano de la aparición. No a las víboras, ni a los alacranes, ni a leones, tigres o jaguares (y no hablo de equipos de futbol), no, a los miserables, asquerosos, ínfimos e indeseables roedores (léase ratones, ratas, ardillas y todos sus etcéteras). No puedo evitarlo, no puedo soportarlo y no quiero superarlo, no podría, es algo similar a querer que el sol no salga cada mañana, no tiene remedio. Les tengo fobia a los ratones y punto.
Pero la historia no acaba ahí, ojala y así fuera pero no, la leyenda continua, y es aquí donde entra en escena aquello del vecino incomodo.
Resulta que llego a mi amado espacio de trabajo (mi escritorio), y ¡oh gran misterio!, un lápiz que deje del día anterior mostraba los inconfundibles signos de haber sido mordis-queado en el borrador, cientos de partículas dispersadas por toda la superficie así lo indica-ban. Y yo, sudor frio, palpitaciones, sentidos alertas, adrenalina presente. Las sospechas de que estaba siendo visitado por esos repugnantes seres, se convirtieron en realidad, porque luego que me arme de valor y me puse a realizar mis actividades que consistían en imprimir unos papeles, al sacar la hoja venia llena de pipi, popo y pupú de roedor. Pánico total, las pistas y los indicios hablaban de que el orejudo visitante se encontraba en mi impresora, ¡sí, el aparatejo ese que tengo a escasos 40 cm de mi brazo derecho!
La historia concluye conmigo corriendo a toda velocidad los doscientos metros planos (con todo y la pata bandola), la impresora desarmada y un cadáver en el bote de basura…y yo de vuelta trabajando, con los sentidos en alerta total, echándole unas nerviosa miradas de sos-layo a la mugre impresora y rogándole al cielo que la roedora familia no asista al sepelio, ¡vive Dios!

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